Este día Miércoles, 29 de Julio de 2009, no tuvimos reparos en madrugar lo suficiente para dirigirnos a la localidad de Tulcea, puerta de entrada a la Delta del Danubio.
El viaje, de unas dos horas de duración desde Constanza, siempre por carretera de doble sentido, atraviesa numerosos pueblos que nos enseñan la realidad del entorno rural de esta zona de Rumanía, convirtiendo de nuevo el trayecto en carretera en una peculiaridad de la jornada por si mismo.
Una de las características de estos pueblos son las viviendas, que se disponen unas detrás de otra junto a la carretera creando poblaciones prácticamente sin casco urbano, formadas por una sucesión kilométrica de casas al mismo lado de la carretera.
En la parte posterior de la vivienda y dentro de la propia finca, suele haber extensos huertos y terrenos de cultivo que permite desarrollar una economía prácticamente de autosuficiencia y subsistencia.
De hecho los habitantes suelen pasar buena parte del día exhibiendo sus productos para la venta (Sandías, hortalizas, y otros productos de la huerta) en la puerta de sus casas, pegados a la carretera. Es habitual incluso que muchos conductores paren repentinamente el vehículo en mitad de la vía para bajarse a comprar alguno de estos productos. La conducción en Rumanía es toda una experiencia.
Estos pueblos se enmarcan en parajes de intensa explotación agrícola, con enormes estepas cerealistas, barbechos, y alguna que otra vid, dando un aspecto a esta zona del Este de Rumanía muy similar al paisaje manchego, donde los tractores más potentes alternan labor con carros tirados por caballos, mulas o borricos.
Llegamos a Tulcea en torno a las 12:00h, siendo ésta una localidad bastante vistosa en comparación con los pueblos cercanos y de considerable tamaño.
Rápidamente dimos con el puerto de la ciudad, a orillas del Danubio, por lo que no tardamos en ponernos a buscar algún viaje en barco por el Delta del río.
Tras preguntar en varios sitios, nos convenció mucho la propuesta de nuestro amable amigo Mihai, que nos alquiló su lancha fuera borda con un almuerzo incluído a un precio muy razonable.
Así pues nos pusimos en marcha navegando por el Danubio, que en esta parte de su desembocadura puede llegar a tener en torno a 1km de orilla a orilla.
Pronto empezamos a perdernos por los múltiples canales que forma el río, atravesando tupidísimos carrizales, cañaverales y zonas boscosas que afloran entre las marismas y pantanos, configurando una zona muy dinámica geográficamente, ya que dependiendo de la estación determinadas partes pueden quedar inundadas o no.
El delta alberga más de 1.200 especies de plantas, 320 especies de aves (patos, garzas, pelícanos), así como más de 3.400 especies de fauna dulceacuícola, incluidas unas 110 de peces, como el esturión. Es por ello que en 1974 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y reserva de la biosfera.
Tras una hora de paseo entre los canales del Delta, llegamos en torno a las 13:45h a la pequeña localidad de Mila 23, un pequeño pueblo de pescadores perdido en estos insólitos parajes.
Un pequeño paseo por esta aldea nos hace ver inmediatamente que el tiempo discurre muy despacio en este lugar, que quizás el reloj se detuvo hace 50 años, y que la forma de vida aquí es muy distinta a la que nosotros conocemos.
Allí tuvimos la ocasión, excepcional e inolvidable de degustar un almuerzo característico de la zona, en una pequeña pensión familiar que había sido acondicionada dentro de una vivienda típica de este pueblo.
Una señora vestida con un traje típico (su vestimenta habitual), a base de mandil y pañuelo en la cabeza a rallas, nos recibía con una copa de licor, para después ponernos una sopa de primero, un guiso de carpa de segundo, y unos filetes rebozados del mismo pez para acabar, todo ello acompañado de una fina espuma de ajo similar al ali-oli.
Una experiencia absolutamente inolvidable, de esas que será difícil volver a repetir.
Tras el almuerzo proseguimos junto a Mihai el paseo en lancha por el delta.
Llegamos al lago Fortuna en torno a las 16:00h, donde aprovechamos para darnos un baño en este enorme estanque de aguas claras, poco profundo, con densa vegetación en el fondo.
La salida del lago fue lenta debido a la poca profundidad de las aguas por lo que fue necesario progresar despacio para evitar que la broza del fondo se enredara en las hélices de la embarcación.
Este lento paseo para cruzar el lago nos hizo disfrutar avistando las grandes colonias de aves acuáticas que reposan entre nenúfares y carrizales, y que asustadas por la presencia de la embarcación, se escapan a toda velocidad aleteando y correteando sobre las aguas.
Una vez cruzando el lago, volvimos a entrar en el entramados de canales, muy concurrido hoy tanto por otras embarcaciones de ocio, piragüistas que por estos lugares acuden a perderse, o pescadores, que a esta zona acuden con la bonanza climatológica para explotar la temporada de pesca, que les permitirá subsistir por unos meses, acampados en unas características casetas levantadas en las orillas de los canales.
No perdimos ocasión de salir a la borda de la embarcación para disfrutar de manera más cercana del agradable paseo por esta maravilla natural.
Y en torno a las 18:00h regresamos a Tulcea, concluyendo así nuestro periplo por el Delta, experiencia que nos dejó un gran sabor de boca tras haber disfrutado al máximo este inigualable espacio natural. En nuestra memoria queda la amabilidad de Mihai y de la agradable familia que tan calurosamente nos ofreció su casa para degustar los pescados de la zona.
1 comentario:
Amo este país por su cultura. De hecho los habitantes suelen pasar buena parte del día exhibiendo sus productos para la venta (Sandías, hortalizas, y otros productos de la huerta) en la puerta de sus casas, pegados a la carretera.
Fuente: galapagos tourism numbers
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