Llegué a la localidad de Ocaña ligeramente pasadas las 9:30h de este Sábado 27 de Diciembre de 2008, y puntualmente en el lugar acordado ya estaba esperándome Luís a bordo de Opel Frontera.
Tras sintonizar los walkies para mantener contacto durante la ruta, no tardamos mucho tiempo en ponernos en marcha.
Salimos de Ocaña tomando el camino de Carabaña para dirigirnos hacia el despoblado de Oreja.
En los primeros kilómetros este camino no entraña dificultad alguna pero a medida que nos aproximamos a los límites de la Mesa de Ocaña con la Vega del Tajo empezamos a introducirnos entre los numerosos cerros de yeso que configuran la orografía de la zona, subiendo y bajando por trialeras en mal estado con grandes zanjas y roderas para cuya superación es necesario echar pie a tierra y estudiar el mejor paso para los vehículos.
Aquí pudimos empezar a comprobar que aquello no iba a ser un camino de rosas.
Llegamos al despoblado de Oreja, donde paramos para echar un vistazo y perdernos entre la casas en ruinas de este pueblo abandonado, y donde también pudimos disfrutar con las vistas hacia la espectacular Fortaleza de Oreja, elevándose majestuosamente sobre La Vega del Tajo.
Continuamos la marcha para bajar a la propia vega, afrontando una bajada de pendiente moderada pero con un firme extraordinariamente deslizante que nos obligo a bajar en 1ra reductora y extremando las precauciones. Aunque no había llovido, el relente y la humedad que se acumulaba en aquella umbría, unido a la naturaleza yesosa del terreno, habían echo desaparecer por completo el dibujo de los neumáticos, convirtiendo las ruedas de los vehículos en auténticos donuts que no proporcionaban adherencia alguna. En este punto nos cruzamos con un tractorista que venía en sentido contrario sin mayores problemas, al cual pregunté si la pendiente se hacía más pronunciada metros adelante para evitar el paso si fuese necesario, ante lo cual el hombre nos indicó que la pendiente seguía siendo moderada y que podríamos continuar sin problemas.
Al llegar abajo a la vega, nos encontramos con un camino de arena ancho y en muy buen estado pero completamente helado, presentado un bonito color blanco por la concentración de escarcha en la mañana. A pesar de esto, la adherencia no era mala, y pudimos continuar sin problemas durante unos metros, para volver a salirnos por el primer camino que nos encontramos a nuestra derecha y remontar de nuevo hacia la mesa. Esta subida era progresiva y no tan cerrada entre los cerros, por lo cual el firme estaba un poco más seco y por tanto no encontramos mayores problemas de adherencia.
Enseguida llegamos a un pequeño embalse, perteneciente probablemente a una finca particular, donde encontramos algunos pescadores en plena faena. Paramos unos momentos para disfrutar de este bonito paraje, y proseguimos la marcha rodeando el embalse para encarar la primera de las pronunciadas y problemáticas cuestas que nos encontraríamos hoy. Aunque el terreno tenía poca adherencia, pudimos superar esta cuesta sin problemas e incorporarnos al llamado Camino del Acirate que tomamos por unos metros, descendiendo de nuevo con energía por un terreno altamente resbaladizo, hasta encontrarnos con el Arroyo del carril, momento en el cual giramos a nuestra derecha para seguir el cauce de este arroyo, introduciéndonos por una cárcava bastante cerrada y donde el camino se estrechaba por la presencia de carrizales y vegetación típica de esta vega.
Pronto nos encontramos con otra cuesta importante que tuvimos que superar a base de energía e inercia, para subir la ladera Oeste del Cerro de Cabezagorda y atravesar la finca de "Los Almendros del Tajo", hasta llegar al cruce con la pequeña carretera TO-3113-V.
Tomamos dicha carretera por unos metros para salirnos a nuestra derecha por el camino llamado del Cordel de la Senda Galiana, el cual seguimos hasta la intersección con el Camino de la Cuesta. Enseguida comprendimos el motivo del nombre de este camino, pues ante nosotros pudimos observar una impresionante cuesta que afrontaba frontalmente la ascensión al cerro de La Abubilla.
Dudamos por unos momentos si afrontar o no la cuesta, dado que se apreciaba un desnivel descomunal y algunas zonas de roderas, y el firme se mostraba notablemente resbaladizo. Además el track de gps que llevábamos como referencia evitaba subir al cerro por esta cuesta (cara norte). Así pues dimos un pequeño rodeo para afrontar la ascensión por la subida por otro camino que ascendía desde el noreste.
De igual modo aquí la pendiente era considerable, por lo que comenté a Luís que esperase a que yo subiese y me diese unos metros de seguridad por si encontraba algún problema. Engrané reductora, salí en segunda y cuando cogí inercia metí la tercera para coger más velocidad. A medida que avanzaba, la pendiente se hacía más pronunciada y las ruedas comenzaban a avanzar en falso. Repentinamente me encontré con una curva muy cerrada con muchos baches y roderas y un firme muy deslizante. Al ver el obstáculo pisé a fondo y me metí por la zona peor para que las irregularidades del terreno ayudaran al vehículo a coger tracción. Como llevaba suficiente inercia lo superé trompeando y bailando un poco, pero sin mayores problemas. Avisé a Luís por el walkie de la situación y paré en un lugar donde la pendiente se suavizaba para esperarle.
Viendo que tardaba en llegar intenté contactar por walkie sin éxito, así que bajé un poco para intentar mejorar la comunicación, hasta que por fin pude contactar con Luís, que me dijo que se había quedado en la curva y no era capaz de superarla. Bajé a pie hasta su posición, y en ese momento es cuando pude apreciar la verdadera falta de adherencia del terreno, ya que se hacía muy difícil incluso caminar sin perder el equilibrio.
Tras un nuevo intento con cierta inercia, el Frontera volvió a quedarse en la rodera de la curva, así que echamos alguna piedra en la rodera externa y Luís procedió a un nuevo intento, esta vez abriéndose más hacia el lado externo de la curva, que estaba un poco menos pisado. Ahora si que el vehículo pudo superar esta parte, pero no llevaba suficiente inercia para vencer la contundente rampa de la salida de la curva, por lo que hubo que pararle y asegurarle de nuevo, ya que al intentar salir en parado, el vehículo incluso caía hacia atrás. Luís le encajó las ruedas de su izquierda en la rodera y quedó más o menos estable.
Nos planteamos si bajar el Sorento y tirar del Frontera con una eslinga, pero dada la fuerte pendiente y lo resbaladizo del piso podría ser una maniobra arriesgada que dejara a los dos coches atascados.
Lo que hicimos fue arrancar unas cuantas matas de esparto, algunas ramas secas y piedras para hacer una pequeña alfombra delante de cada rueda. Con esto conseguimos que el coche cogiera la suficiente tracción como para avanzar unos metros y empezar a coger inercia hasta que finalmente pudo superar la cuesta.
Quedaba sólo una maniobra delicada más para coronar, un fuerte giro a izquierdas para incorporarnos a la pista que subía desde la cara norte, también en muy fuerte pendiente, así que al llegar a la intersección, y parando para comprobar que no había peligro de vuelco, enganché la 2ª reductora y giré saliendo a tope. La cuesta era muy pronunciada pero aquí el firme estaba más asentado y lo superamos sin problemas.
Una vez arriba del todo paramos brevemente para disfrutar de las vistas. Circulamos por unos metros por este cerro de la Mesa para salirnos hacia nuestra izquierda y proceder a bajar hacia la vaguada del Arroyo de Valdevillarrubia. Sobre la cartografía esta bajada parecía más progresiva y segura que la subida al cerro, no obstante paramos en la llamada Casa de Las Laderas, justo al principio de la bajada, para examinarla unos metros a pie y evitar sorpresas.
Pudimos comprobar que la bajada, a parte de ser más progresiva, tenía un firme mucho más adherente, por lo que no vimos mayores problemas para continuar por aquí. Una vez abajo en la vaguada, pudimos comprobar que no existía puente alguno para cruzar el arroyo, sino que se trataba de un vado natural. Hoy el arroyo no traía apenas agua y lo cruzamos sin problemas, pero viendo la anchura del cauce y la frondosidad de los carrizales, este vado con abundancia agua seguro que se convierte en un paso bastante serio. A la salida del cauce nos encontramos una fuerte pendiente ascendente, que nos dejaría en la intersección con la carretera CM-322, muy cerca de Villarrubia de Santiago.
Aunque el plan inicial era llegar a Santa Cruz de La Zarza, dado que habíamos tardado más de 3 horas en recorrer 35 kilómetros, eran ya las 13:00h y quedaban otros 30km para terminar la ruta planificada originariamente, decidimos dar por concluida aquí la jornada Todoterreno, ya que habíamos tenido aventura suficiente y era buena hora para disfrutar de un refrigerio en Villarrubia de Santiago y regresar después a casa a comer. Una ruta absolutamente recomendable y que seguro que repetiremos
Ficha técnica de la ruta y descarga de track en Wikiloc:
1 comentario:
¡Firgen del amor hermoso! ¿Estábais huyendo de alguna mafia búlgara?
Publicar un comentario