La pequeña ciudad de Bled, en la región de los Alpes Julianos, es otro de los atractivos turísticos ineludibles de una visita a Eslovenia. Conocida como la ciudad balneario, dispone de una oferta de excelente calidad en cuanto a este tipo de actividades de relax, una exquisita gastronomía y un sinfín de innumerables rincones y rutas de montaña que explorar y disfrutar.
La visita a Bled también nos depara la espectacular vista a otro de los lugares más fotografiados de Eslovenia. No en vano esta población se asienta en un lugar idílico, casi extraído de un cuento fantástico, a los pies del lago Bled, de cuyo centro surge una pequeña isla (Blejski Otok) sobre la que se levanta la Iglesia de la Asunción.
En lo alto de un cerro de mediana altura, colgando sobre la orilla del propio lago se encuentra el Castillo de Bled, del s.XI, y considerado como el más antiguo de Eslovenia.
Llegamos a Bled en torno a las 12:30h de este Sábado, 2 de Agosto de 2008, tras un viaje de algo menos de 200kms desde Portoroz, y tras aparcar en uno de los parkings (de pago) habilitados a orillas del lago, no dudamos en asomarnos a su orilla para dejarnos fascinar por las sublimes vistas a este conjunto. A estas horas numerosos bañistas se divertían en las cuidadas y preparadas zonas de baño habilitadas a tal efecto. También pudimos observar algunos botes que navegaban placenteramente por las tranquilas aguas del lago.
Muy pronto dimos con un puesto de alquiler de estas embarcaciones y no dudamos en guardar una pequeña espera para disponer de los dos botes que necesitábamos para lanzarnos a navegar.
Una vez con los botes a punto y todos perfectamente ubicados, Raquel y David en una pequeña barca de dos plazas, y Manín, Juan Carlos, Luís y yo en otra algo mayor, para cuatro ocupantes, comenzamos a remar dándonos de vez en cuando algún relevo para dirigirnos a las inmediaciones de la Isla central del Lago.
Rodeamos la isla y atracamos en un pequeño muelle, donde aprovechamos para darnos un baño antes de continuar. Allí tuvimos la ocasión de cambiar impresiones con otro grupo de españoles que también estaban de paso por la zona.
El tiempo de alquiler del bote pasaba rápido, así que después del baño sólo hubo tiempo para regresar al embarcadero.
Tras tomar una cerveza y unos bocadillos subimos brevemente a visitar la zona del castillo, desde donde se dominan unas excelentes vistas a todo el entorno de la ciudad y el lago.
No perdimos mucho más tiempo aquí puesto que deseábamos aprovechar el día y el viaje de regreso para hacer una parada en la capital de Eslovenia, Ljubljana, donde llegamos en torno a las 17:00h.
Esta ciudad, de menos de 300.000 habitantes, se muestra tranquila y afable para el paseante, con un centro histórico muy bonito y recogido, atravesado por una gran canal de agua por el que discurre el río Ljubljanica, y sobre el que se levantan numerosos puentes para facilitar el tránsito a ambos lados del río.
Domina las vistas sobre la ciudad el Castillo de Ljubliana, levantado sobre una colina a cuyos pies se desarrolla la ciudad. Este castillo está datado en el s. XII, aunque pudo existir aquí un asentamiento o Castrum Romano, y en general toda la zona que rodea al castillo guarda vestigios de haber sido habitada desde el año 1200 a.C. aproximadamente.
Otro de los edificios más representativos de la ciudad es la Universidad de Ljubliana, primero de los que visitamos puesto que aparcamos el vehículo a escasos metros del mismo.
En nuestro paseo por el centro, y tras cruzar el Puente Triple llegamos a la Plaza Preszeren, donde también tuvimos ocasión de admirar la Iglesia Franciscana de la Anunciación, con su característica fachada rosada.
En medio de la plaza había funcionando un curioso artilugio que lanzaba agua desde un aspersor en altura, simulando una zona de lluvia, invitando al visitante a entrar dentro de esta zona para conocer Ljubljana en sus condiciones meteorológicas más características.
Dimos por concluida la visita a la ciudad degustando un exquisito helado y nos pusimos en marcha para regresar a Portoroz. Decidimos volver pasando por la pequeña población de Lípica, famosa por sus caballerizas, y rodeada por bonitas dehesas acondicionadas para el paseo a caballo.
Continuamos nuestro regreso a Portoroz fuera de la autovía y adentrándonos por territorio italiano. A nuestro paso por la pequeña población de Basovizza pudimos comprobar que se encontraban en fiestas, por lo que no dudamos en parar y acercarnos a disfrutar con los vecinos de estos festejos.
Cabe destacar que el ambiente que nos encontramos fue totalmente similar a lo que podemos encontrar en cualquier población de España en fiestas. Había una orquesta amenizando la velada, y la gente bailaba alegremente temas versionados de rabiosa actualidad, mucho de ellos latinos.
Así mismo había varios chiringuitos sirviendo pinchos morunos, pollos, costillas asadas, y otras carnes a la brasa, y una gran multitud se dispersaba en un amplio parque acondicionado con merenderos habilitados para la ocasión.
No quisimos ser menos, por lo que no dudamos en compartir mesa con algunos de los vecinos mientras dábamos buena cuenta de tan exquisitas viandas. Un excepcional colofón a un intenso día.
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