jueves, 27 de diciembre de 2007

Unos días en Conil de la Frontera

Conil de la Frontera es un pueblecito gaditano de fachadas blancas que como una escalerita van subiendo de la mar al monte. Aunque el blanco de sus paredes ya no lo sea por el jalbegue con cal, como solía hacerse a la antigua usanza, no puede negársele el mérito de haber sabido conservar la esencia de lo que una vez fue.

Y es que la exquisita variedad de pescado frito regado con Barbadillo no es el único atractivo de este rincón de Cádiz que he podido descubrir en mi corta estancia en esta comarca (del 27 al 30 de Diciembre de 2007), y que en la práctica, por la larga duración del viaje, representan al fin y al cabo dos días hábiles.

Llegamos a Conil el Jueves 27 de Diciembre a eso de las 17:30h de la tarde, por lo que el día sólo nos dio para disfrutar de una bonita puesta de sol en la preciosa y singular Playa de los Bateles, y la noche para unas frituras de pescado en el recomendable Bar "Los Hermanos", a base de cazón, chocos, boquerones, calamares, gambitas y un poquito de hueva, todo ello conveniente y generosamente regado con Barbadillo.

El viernes por la mañana nos dirigimos hacia el faro de Cabo Roche, donde pudimos disfrutar de un agradable paseo por los impresionantes acantilados que aquí forma la línea de costa. El entorno está muy cuidado, destacando las pasarelas elevadas en determinados tramos para proteger la vegetación autóctona, concretamente el enebro marítimo o costero, especie en fuerte recesión en la actualidad.
Tras disfrutar unos momentos de esta zona, continuamos nuestra excursión por la pista asfaltada que avanza junto a la costa en dirección a Chiclana, atravesando algunas urbanizaciones ubicadas en enclaves realmente privilegiados. Sorprende enormemente estos extensos pinares adehesados que llegan prácticamente a pie de mar, por los que se ven discurrir innumerables pistas que harían las delicias de cualquier aficionado al 4x4.

Hicimos un pequeño alto en el camino a la altura de la bonita Cala del Frailecillo, donde dimos un pequeño paseo y también aprovechamos para visitar un cache sito en sus inmediaciones.
Continuamos la conducción entre bonitos pinares hasta llegar a las inmediaciones de una nueva urbanización a medio camino entre Conil y Chiclana, donde aparcamos para visitar en un primer momento el segundo cache del día, ubicado en las ruinas de un antiguo cuartillo de la Guardia Civil levantado prácticamente a pie de playa.
Después bajamos andando hacia la imponente playa de La Barrosa, donde no escatimamos tiempo en pasear por sus amplísimos arenales, límpios y finos, mientras disfrutábamos con las evoluciones de algunos aficionados al surf que pacientemente esperaban la ola más adecuada. A pesar de ser finales de diciembre, se disfrutaba de un sol implacable que nos brindaba una temperatura de entre 18 y 20ºC, suficiente para romper a sudar si vas muy abrigado mientras caminas (de hecho hice todo el paseo en manga corta).

La mañana no dio para mucho más, por lo que regresamos a comer a Conil, después de lo cual, la brevedad de los días en esta época del año no nos dio más que para disfrutar de otra bonita puesta de sol.
El sábado nos dirigimos hacia el otro sentido de la costa, concretamente hacia Verjer de la Frontera.
Se trata de otro pueblecito blanco que con acierto ha sabido mantener la identidad, al igual que Conil, probablemente gracias también a las directrices urbanísticas puestas en práctica por los ayuntamientos.
Paramos unos momentos en un bonito mirador hacia las marismas de Barbate y continuamos nuestro paseo por la localidad, entre estrechas calles, hasta llegar a la bonita Plaza de España, presidida por una elaborada fuente de cerámica entre palmeras, naranjos y otros destacados ornamentos urbanísticos.

Tras nuestra visita a Vejer, no quisimos pasar la oportunidad de visitar El Palmar, un playa prácticamente virgen de arenas doradas y finas y gran anchura, como todas las de esta zona, donde de nuevo encontramos numerosos surfistas disfrutando de su actividad mientras numerosas personas paseaban por sus amplias orillas.
De regreso a Conil sólo quedó de día para descansar un rato y disfrutar del último homenaje gastronómico de la estancia en la zona, para afrontar con energías el largo viaje de retorno a Madrid del día siguiente.

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