La provincia de Toledo esconde rincones tan soberbios como desconocidos, de gran riqueza y diversidad paisajística, geológica, botánica y faunística; pero siempre ideales para la práctica de actividades al aire libre. Aunque las más contundentes diferencias se aprecien en el ámbito comarcal (La Mancha, Montes de Toledo, La Jara, etc.), lo mejor de todo es que puedes encontrar y disfrutar esta diversidad allá donde menos te lo esperas. Hoy me gustaría presentaros dos enclaves toledanos, tan distintos como cercanos.
El primero de ellos es un bonito paraje influenciado por la curiosa orografía, característica de la comarca de La Mesa de Ocaña, una altiplanicie que se eleva con airosos escarpes desde los cauces del Tajo al norte, y muere bruscamente en el escalón de La Guardia, formando así un páramo que queda colgado a más de cien metros de altura sobre el valle del Tajo y enlaza por el sur con La Mancha.
Más concretamente, este Domingo 2 de Marzo de 2008, en torno a las 11:00h, yendo de camino hacia Turleque para saludar a familiares y amigos, como tarde no era y prisa no tenía, me desviada de la carretera Andalucía por la salida 81 en dirección hacia el llamado Cerro de las Maricas, donde se ubica empotrada en la roca caliza la Ermita del Santo Niño, muy cerca de la Población de La Guardia.
Dominan la panorámica en esta zona los numerosos cerretes y cortados característicos del paisaje propio de la Mesa de Ocaña. A parte del mencionado Cerro de Las Maricas, también se hayan cerca del lugar los llamados Cerros del Santo Niño, que al igual que la Ermita, toman su nombre en honor y memoria del jovencísimo mártir que según la leyenda supuestamente fue víctima de un asesinato ritual realizado por judíos y judeo-conversos a finales de la década de 1480 en la localidad de La Guardia.
Una vez en la base del cerro, entré con el coche siguiendo las indicaciones de un cartel que señalizaba la entrada a una pequeña urbanización. Pronto el asfalto desapareció y dio paso a una intrincada red de caminos y trialeras que recorren el frondoso pinar que se alza desde la base del cerro hasta su media altura. Se trata de un lugar muy tranquilo, fresco y bonito. Las pistas no están en muy buen estado, y además conservaban una muy superficial capa de barro que se manifiesta suficiente para proporcionar un divertido rato de conducción.
Así pues, tras un divertido y corto trayecto llegué a una zona en la que deliberadamente se habían realizado numerosas trampas para evitar la circulación de vehículos: Una cresta muy aguda, seguida por una zona de grandes socavones, para terminar en una pronunciadísima bajada, que casi sin ángulo de salida, se convertía en una pared vertical. Y hasta este último punto fue donde llegué con el Sorento, no la afronté por temor a quedar encajado en el fondo de la "U". Creo que hay pocos vehículos que puedan evitar esta "trampa".
Desde aquí abandoné el vehículo y continué el paseo remontando unos 80-100 metros de desnivel hasta la cima del cerrete, siguiendo en algunas ocasiones exiguas sendas que discurrían entre las paredes verticales calizas y profundas cárcavas. Una vez en la cumbre, se domina una panorámica soberbia hacia todos los cerros, llanuras y escarpes que componen este singular paraje de la Mesa de Ocaña.
Terminado el paseo por el bonito pinar, retorné al lugar donde había abandonado el vehículo, y me quedé un rato disfrutando de la tranquilidad de la zona, y haciendo superar al Sorento los obstáculos propiciados por las peores zonas de paso que deliberadamente iba buscando entre la maraña de caminos. Tras este breve rato de diversión, retomé la Carretera de Andalucía para continuar hacia Turleque.
Como el paseo off-road preliminar me había abierto el apetito, pensé que sería una buena idea realizar la aproximación a Turleque desde la vecina localidad de Tembleque, cogiendo el llamado Camino del Cristo del Valle. Estamos ya en la comarca de La Mancha, y el paisaje en los primeros metros de este camino hace honor a su peculiar orografía, ancha y plana, carente de grandes alturas, y plagada de campos de cultivo de cereal y vid, salpicándose entre ellos algún que otro Barbecho.
Respecto a la fauna de esta zona en concreto, lo más destacable es reseñar que resulta relativamente factible poder observar ejemplares de avutarda correteando cansinamente entre estos llanos y estepas. La pista está en muy buen estado y se avanza con velocidad. Tan sólo se sortean con suaves sube-y-bajas algunos montículos o pequeños cerretes a medida que nos aproximamos al Valle del Algodor. Estas suaves lomas ayudan a romper un poco el paisaje monótono de la llanura, y más aún por los peculiares hatos de leña que se depositan en sus cumbres, y que algunas aves adoptan como lugar de anidamiento. Aquí empiezan a aparecer algunos almendros en flor, que dan un pintoresco y bonito aspecto al paisaje. También se puede observar algún que otro vistoso silo, característicos de este lugar; edificaciones construidas aprovechando cavidades naturales en el terreno, empleadas normalmente como refugio de gañanes y animales.
Pero el cambio más radical de paisaje lo encontramos una vez llegados al propio Valle del Algodor, donde las vecinas Sierras del Buey y de San Juan, al otro lado del valle, y que configuran las primeras estribaciones de los Montes de Toledo, rompen con rotundidad la perfecta línea recta d el horizonte. Una vez dentro del valle, atravesamos lo que en otro tiempo fueron unas tupidas alamedas, que ahora, enfermas y acuciadas por la pertinaz sequía se han convertido en un pequeño bosque de troncos y palos desnudos y desnutridos. Al llegar a estas alamedas, el camino cruza formando un pequeño puente el llamado Arroyo del Caz, que si bien es habitual encontrarlo seco, hoy traía un pequeño reguero de agua que finalmente va a verter en el Río Algodor.
Siguiendo nuestro camino, llegamos ahora a la peculiar Ermita del Cristo del Valle, una joya del Barroco (s.XVII) perdida en este paraje manchego, tan interesante como desconocida, y cuya historia y construcción va asociada a una leyenda que nos habla de la milagrosa pintura del Cristo de La Palma (o de Santiago) que unos peregrinos realizaron en el silo de una casa de labor, como agradecimiento al hospedaje brindado por su propietario. Una vez en la ermita, debemos coger el camino que sale justo en frende de la misma, y que remonta con decisión la llamada Sierra de Enmedio. Una vez en lo alto de esta pequeña sierra se puede disfrutar de una extraordinaria panorámica sobre el Valle del Algodor y la Ermita del Cristo del Valle. Este camino nos dejará finalmente en Turleque tras unos pocos kilómetros recorriendo numerosos olivares y viñedos.
Para más información:
http://www.toledo-virtual.com/mesa-ocana/2-33-14-33.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Santo_Niño_de_La_Guardia
2 comentarios:
Buen viaje en 4x4 por esa magnifica tierra toledana. Gracias por mostrárnosla. Un saludo desde "Panorámica Cazorlense".
Gracias por estos recorridos, y en particular, por el descubrimiento de este Cristo de Santiago.
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