viernes, 6 de diciembre de 2013

Trujillo

Trujillo reviste el corazón de Extremadura de asombrosas casas palaciegas, monumentales templos, esquinas, plazas y rincones en los que la piedra que los erige encarna y encumbra la historia y la leyenda de un pueblo tanto de héroes y conquistadores como de gentes sencillas y hospitalarias.



La ciudad, cuyo origen se pierde en la memoria de los tiempos, tiene origen prehistórico y prerromano, si bien es en la época de ocupación musulmana cuando empieza a adquirir la notable dimensión que ha trascendido hasta nuestros días.



Tras su reconquista y a partir del siglo XIV y XV la ciudad empieza a ampliarse extramuros alrededor de la Iglesia de San Martin en detrimento de la vieja villa del recinto amurallado, también fomentado por el desarrollo economico de la ciudad materializado por la celebración de las ferias y mercados que van a dar lugar a la peculiar y fabulosa configuración de su Plaza Mayor, epicentro de la actividad comercial.





Trujillo preserva un patrimonio monumental único y de gran riqueza, destacando a parte de su plaza mayor renacentista, los palacios circundantes como el Palacio de San Carlos, o el Palacio de los Marqueses de la Conquista (descendientes de Francisco Pizarro, natural de esta localidad).



Son admirables y únicos en nuestra geografía los balcones esquinados que podemos admirar en estos edificios.



Los monumentos religiosos más característicos de Trujillo son sin duda la Iglesia de San Martin, junto a la Plaza Mayor y a la impresionante estatua equestre de Francisco Pizarro; así como la Iglesia de Santa María La Mayor, sita esta en la parte vieja de la ciudad.



Coronando todo el conjunto monumental de la ciudad El Castillo de Trujillo, fortaleza de origen árabe construida entre el siglo IX y el siglo XII y situada en la parte más alta de la localidad, en un cerro conocido como Cabeza del Zorro.







Y mención especial merecen otros curiosos rincones de la ciudad, como el algibe árabe del s.X perfectamente preservado, y del que se perdió memoria hasta su descubrimiento fortuito en el siglo XX, así como la gran Alberca cuyo origen se atribuye a un baño público romano de la época del Emperador Augusto.





Perdernos en las calles de Trujillo deleitará sin duda nuestros sentidos, por lo cual se covierte en visita indispensable para todo viajero que se deje caer por esta tierra.

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