martes, 6 de marzo de 2012

La Vereda

En La Vereda, la tradición popular de sus gentes, de historia, usos y costumbres humildes, toma forma de laja de pizarra; de arquitectura negra de casitas modestas que esquivan comodidad alguna, y que se funde con un paisaje salvaje y arrollador, dotándole de un soplo de vida ya inanimada, congelada en el tiempo desde hace muchas décadas, pero que lo llena de ternura y encanto.



La Vereda es un pueblo perteneciente al municipio de Campillo de Ranas (Guadalajara) situado en la sierra de Ayllón. Históricamente forma parte del Concejo de El Vado, que estaba conformado por las aldeas de La Vereda, Matallana y la propia villa de El Vado.



Este conjunto de poblaciones tradicionalmente ha sido sometido al aislamiento que el propio entorno natural impone. En la primera mitad del s.XX, el inicio de los grandes flujos migratorios, pero sobre todo la construcción del Embalse de El Vado, que anegaría el propio pueblo, a excepción de su Iglesia y Cementerio, suponen el declive y abandono prácticamente total de los pueblos de esta comarca.



En 1972 el municipio de La Vereda, antes El Vado, pasó a depender del Ayuntamiento de Campillo de Ranas, al ejecutarse la expropiación forzosa de la mayor parte de su territorio por parte del Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), siendo desde 1983 propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.



Actualmente La Vereda es un pueblo en lenta pero paulatina reconstrucción llevada a cabo gracias al buen hacer de los miembros de la Asociación Cultural 'La Vereda', a la que la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha ha cedido numerosos edificios del casco urbano y algunas hectáreas de terreno en el entorno inmediato, para su recuperación.



Según reza en el panel de bienvenida al pueblo, La Vereda sigue siendo un pueblo tradicional, de casas muy uniformes, situadas alrededor de la Iglesia formando un conjunto construido de pizarra que posee todas las peculiaridades propias de la Arquitectura Negra. Incluye casas con corrales, patios y habitáculos para guardar animales, aperos de labranza y leña.



Pasear por La Vereda es un regalo para los sentidos, una experiencia inspiradora y casi con el cierto toque de misticismo que nos depara el reencuentro con un pasado que parece conservarse inalterado.

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