jueves, 24 de julio de 2008

Puente de Julio en Cantabria y Asturias

Cantabria no sólo esconde rincones de belleza virgen y aplastante entre el mar y la montaña, también un legado histórico, artístico y cultural cuyos vestigios se remontan a aquellos inhóspitos años en los que el hombre casi todavía no era hombre, convirtiéndose en un museo viviente que exhibe con claridad rotunda la realidad de la naturaleza humana desde el principio de nuestra historia hasta hoy.

No nos resultó fácil a Jose (Hagall) y a mi encontrar alojamiento en las inmediaciones de Suances, por lo que finalmente tuvimos que hospedarnos en Oreña, muy cerca de Santillana del Mar, en los muy cuidados alojamientos rurales “La Roblera”. Llegamos allí en torno a las 21:00h del jueves 24 de Julio del 2008, con tiempo ya tan sólo de cenar algo rápido y dar un primer vistazo nocturno a la bonita localidad de Santillana del Mar.

Dado que a dos kilómetros de Santillana se encuentra un gran tesoro artístico de Cantabria, las Cuevas de Altamira, decidimos emplear la mañana del viernes en visitarlas, así que madrugamos un poquito para intentar evitar en la medida de lo posible la avalancha humana que diariamente se dirige a visitar este lugar.
Descubierta en 1879 por Marcelino Sanz de Sautuola y su hija María, está ubicada en una colina próxima a la villa de Santillana del Mar, a tan solo dos kilómetros de distancia. Su descubrimiento hace 120 años, suscitó una fuerte polémica entre los arqueólogos por la autenticidad de las mismas, ya que no creían capaces a los hombres prehistóricos de realizar unas pinturas tan perfectas. Fueron declaradas por la UNESCO patrimonio de la humanidad en 1985. La cueva, de unos 300 metros de longitud, contiene unos 150 grabados, expresión artística del hombre del paleolítico, destacando los 21 bisontes en distintas actitudes, acompañados de caballos, jabalíes, y toros, efectuados con técnicas diversas ( grabado, silueteado, pintado, raspado y efectos de sombreado ) que dan como resultado una composición de gran movimiento y belleza, única en el arte paleolítico. Su realización data de hace 14.000 años. La pintura está hecha con ocre natural de color sangriento y el contorno de las figuras con líneas negras de carbón vegetal.
Son admirables las posturas de los bisontes, encogidos, saltando o en pie, pruebas latentes del magistral expresionismo paleolítico. Destaca también la "Gran Cierva", la mayor figura pintada en la cueva, con 2,25 metros de longitud. La utilización del relieve del techo para expresar mayor realismo es una característica del pintor de Altamira.

Una vez visitada la Cueva de Altamira, nos pusimos en marcha hacia el interior de la provincia para empezar a practicar un poco de geocaching, dirigiéndonos en busca del cache situado en la cima del Monte Ibio. Puesto que no habíamos preparado convenientemente la cartografía de la zona, delegamos en el navegador del coche la aproximación a la cumbre del Monte Ibio, indicándonos en primera instancia el ataque desde la zona de Mazcuerras, concretamente desde Herrera de Ibio.

Exploramos en 4x4 una primera pista forestal en irregular estado y llegamos hasta donde físicamente teníamos la seguridad que podríamos regresar por nuestros propios medios, tras superar algunos divertidos barrizales y otros obstáculos en los que hubo que afinar un poco más la técnica de conducción (alguna zanja con cruce de puentes). Llegamos a un punto en el que este irregular camino se convirtió en una pronunciadísima trialera que evolucionaba en marcado zig-zag, con muchos bloques de piedra y grandes zanjas, que no se si llevarían al límite las capacidades de mi vehículo, pero desde luego si que superaban las habilidades de su conductor.Por tanto en este punto decidimos continuar a pie con ciertas dudas, y desistimos al cabo de la tercera horquilla, ya que no nos daba la seguridad de acercarnos adecuadamente.

Hicimos otra intentona por el Camino de Mazcuerras en dirección a Coo, con un firme en mucho mejor estado, aunque al cabo de unos minutos descubrimos que tampoco era el camino adecuado. Por tanto, sencillamente preguntamos a unos paisanos que muy amablemente nos indicaron que podríamos llegar hasta la misma cima del Monte Ibio en coche aproximándonos desde la Ermita de San Cipriano, dirigiéndonos primero a la localidad de Ibio, para desde allí tomar la carretera hacia Yermo y Riocorvo, saliéndonos antes de llegar a estas localidades por el desvío hacia el Alto de San Cipriano.
Nos encaminamos hacia dicho lugar y al paso por Ibio, un Guardia Civil que regulaba el tráfico por la celebración de un acto festivo castrense en el recinto del cuartelillo, nos solicitó detener el vehículo y nos hizo algunas preguntas; probablemente le llamó la atención el aspecto del coche, totalmente lleno de barro hasta el techo. Aprovechamos la ocasión para preguntarle la mejor forma de llegar a San Cipriano y nos facilitó las pertinentes instrucciones, que fueron corroboradas por un segundo control de la Guardia Civil, unos metros más adelante. Y ahora si que pudimos llegar en coche sin mayores problemas hasta escasos 50 mts del cache, tras afrontar sin mayores problemas las empinadas horquillas por la pista forestal que lleva hasta la cumbre, en buen estado general hasta el último kilómetro, mucho más irregular. La cima del Monte Ibio, prolongación de la Sierra del Escudo de Cabuérniga, depara espectaculares vistas y momentos de agradable y sereno disfrute.
Este fue el primero de nuestros caches en Cantabria de este puente, el más trabajoso y accidentado, pero también de los que más he disfrutado. Tras visitar la cima del Monte Ibio, y posteriormente dar buena cuenta de un cocido montañés en el restaurante sito en el pequeño Puerto de Morancas, pusimos rumbo ahora a la localidad de Liencres para visitar los espectaculares acantilados aquí forma la línea costera, muy escarpada y de singular belleza.

Dimos con el cache a eso de las 17:00h, tras un bonito y corto paseo por la línea que recorre los acantilados en su parte superior, perfectamente recortada por el efecto del mar, disfrutando de las bonitas vistas que depara el paraje, tanto hacia el interior como a la propia línea de costa, donde destacan las características formaciones rocosas que sobresalen abruptamente del mar a unas pocas decenas de metros de los acantilados. Una grata experiencia.

Nos pusimos en marcha hacia la Punta del Águila, en las inmediaciones de la localidad de Miengo. Delegamos la aproximación en el navegador de carretera y tampoco nos condujo por el lugar más adecuado en esta ocasión. Primero lo intentamos desde la bonita Playa de Usgo, próxima a Miengo, pero allí no encontramos ningún camino transitable en coche para finalizar la aproximación, y el calor estaba golpeando muy fuerte. Así que regresamos hacia el centro de Miengo, donde encontramos un camino estrecho y en mal estado para un vehículo convencional, que tampoco era el óptimo para la aproximación, pero que nos acercó hasta unos 300 metros del cache, pudiendo completar este último tramo andando sin mayores problemas.
Esta visita nos dejó para el recuerdo excepcionales vistas sobre la Ría de Mogro y la Playa de Valdearenas, donde numerosos bañistas disfrutaban de la soleada tarde. Finalizamos la tarde con una visita a la cumbre del alto de la Masera, al cual llegamos sobre las 19:30h, después de transitar bastante las carreteras entre Hinojedo y Cortiguera, buscando el camino de aproximación más adecuado, cosa que no conseguimos, por lo que tuvimos que finalizar la aproximación a la cumbre casi a fuerza bruta. Desde arriba pudimos disfrutar de las fabulosas vistas a la Ría de San Martín y el Río Saja. Tras esta visita pusimos rumbo a Suances para visitar esta localidad y aproximarnos al cache situado muy cerca de la famosa Roca Blanca, en la Punta del Dichoso. Aunque en este caso no hubo suerte y no pudimos encontrarlo, disfrutamos es este bonito y especial paraje, y adicionalmente tuvimos ocasión de encontrarnos con nuestros amigos Rubén y Laura, que se hallaban disfrutando de la tarde en la cercana Playa de los Locos, preparando su participación en el torneo de Volley Playa que comenzaría al dia siguiente, y que se acercaron a vernos y saludarnos durante el rato que estuvimos por allí.

Decidimos pasar la mañana del sábado visitando la bonita localidad de Castro Urdiales. Comenzamos con un pequeño paseo campero desde la depuradora de aguas de la localidad, donde cogimos una trocha que tras un breve pero muy bonito paseo nos situó en lo alto del cerro donde se encuentra el vistoso monumento al Sagrado Corazón de Jesús, desde donde se puede admirar unas soberbias vistas a toda la ciudad, y donde ya se pueden adivinar sus monumentales sitios y espléndidas playas.
Después marchamos hacia el centro de la ciudad para intentar localizar el cache urbano aquí emplazado. Efectuamos el recorrido por la localidad en coche debido al intenso calor que nos estaba deparando el día, y fue un poco estresante por la enorme cantidad de gente a pie y en coche que deambulaban por la ciudad. Visitamos Castro Urdiales de punta a punta y disfrutamos de panorámicas excelentes sobre los paseos marítimos, el puerto, las bonitas y cuidadas playas y parques, así como la bonita Iglesia de Santa María de la Asunción. Tras firmar en el cache nos hicimos unos bocadillos y nos quedamos en la playa dándonos un baño y disfrutando de la espléndida tarde.

Tras la visita a Castro Urdiales paramos ahora en Santoña para visitar el cache escondido en las inmediaciones de la Punta de San Carlos. La llegada al pueblo discurre por una carretera que transita casi a nivel del mar la Reserva Natural de las Marismas de Santoña y Noja, un paraje curioso e interesante.
Iniciamos la aproximación por una pista que nos dejo en el Fuerte de San Carlos, del s. XVII, un conjunto de fortines de baterías de costa en estado ruinoso que tuvimos la ocasión de visitar brevemente. Desde esta zona se dominan unas estupendas vistas. Después retrocedimos, dando algún que otro paso muy delicado y peligroso con el coche para doblar la exigua horquilla que hace en un punto la pista, y tomamos luego el camino que comienza con decisión el ascenso al Monte Buciero. Aparcamos a pocos metros del cache y firmamos rápidamente el libro de registros sobre las 17:00h, dando así por finalizada esta corta y bonita visita a la localidad de Santoña.

Una vez acabada la visita a Santoña, proseguimos nuestro periplo parando esta vez en Santander.

Recorrimos en coche esta bonita ciudad hasta llegar a la península de la Magdalena, lugar donde se encuentra este cache virtual.

Lo encontramos gracias a los comentarios de la gente, ya que está muy bien camuflado en el entorno.

Muy próxima se encuentra la Playa del Camello, en la que numerosos bañistas disfrutaban de la calurosa y soleada tarde.
Volviendo de Santander paramos en Suances para ver a nuestros amigos Rubén y Laura y acompañarles un rato durante la celebración del torneo de Volley Playa. Había muy buen ambiente y la gente se divertía jugando a este deporte, incluso después de finalizada esta primera jornada de competición.
Luego marchamos a la localidad de Ubiarco para visitar el cache aquí emplazado, junto a una bonita zona de pequeños acantilados, en la línea de costa, muy rocosa y abrupta, pero de especial belleza.
Accedimos al lugar por una pista no asfaltada, corta y de aceptable estado que nos condujo rápidamente a la zona del cache. Y con esta visita, dimos por concluida nuestra 2ª jornada de geocaching en Cantabria.

Comenzamos la jornada del domingo visitando la bonita localidad de Buelna, en Asturias, y más concretamente el impresionante lugar de la Playa del Cobijero, encerrada entre abruptos acantilados, cuevas y singulares formaciones rocosas, como el puente del caballo, un impresionante arco natural de piedra que a modo de colosal puerta se levanta sobre el mar dejando paso a las olas.

Dimos un paseo corto pero muy bonito y disfrutamos mucho de este lugar y de este cache en un día que empezaba a manifestarse espléndido. Tras visitar Buelna continuamos nuestro viaje, llegando en torno a las 11:00h a la localidad de Primiango, donde tomamos la pista que tras unos minutos nos dejaría a pocos metros del faro de San Emeterio y de la Cueva del Pindal, famosa por las representaciones de arte rupestre que alberga. La cueva se encuentra en un paraje muy cerrado que se va abriendo hacia el mar en forma de grandes acantilados. La entrada a la cueva también sirve de mirador natural hacia un paisaje que impresiona por su belleza desatada y salvaje.
Puesto que la cueva estaba cerrada y el próximo pase era en torno a las 15:00h, decidimos continuar la marcha directamente hacia el cache. Estuvimos deambulando un buen rato entre el entramado de trochas que discurren por este escarpado lugar, pero pronto salimos al camino que nos dejaría en las ruinas del Monasterio de Santa María de Tina.
Se trata de un lugar singular y conmovedor perdido en un paraje de belleza rotunda, entre la montaña, y los altos acantilados de esta línea de costa, difícil de encontrar si el visitante no tiene la intención expresa de llegar aquí. Como anécdota curiosa encontramos en su interior una caja llena de legajos de papel con innumerables firmas de aquellos que alguna vez han llegado aquí, y que nos hizo dudar en un primer momento de si aquello pudiera ser el propio cache.
Tras visitar con detenimiento este conjunto proseguimos hasta la zona del cache, a muy pocos metros ya, pero de dificultad relevante. Lo encontramos si grandes problemas sobre un acantilado espectacular y en un entorno natural sencillamente inolvidable.

Habiendo completado nuestra visita a la zona de la Cueva del Pindal, nos dirigimos hacia la localidad de Alevia para visitar este cache. El viaje por la carretera N-621 es muy bonito y entretenido ya que discurre por el fondo del Valle del Río Deva-Cares, atravesando paisajes naturales soberbios. Desde la localidad de Panes tomamos la exigua carretera que tras pocos minutos de pronunciada ascensión nos dejaría en Alevia, donde aparcamos cerca del depósito de agua de la localidad, para continuar a pie durante unos metros hasta el lugar del cache.
Tras firmar en el log-book, en torno a las 14:00h, nos preparamos unos generosos bocadillos de los que dimos buena cuenta al fresco antes de continuar nuestro periplo. Y sin mayores dilaciones nos dirigimos a Suarias, pequeño pueblo a unos kilómetros al Sur de Alevia, y a similar altura, pero en el flanco contrario del Valle del Deva-Cares (Peñamellera Baja), al cual se accede también atravesando primero la localidad de Panes. Desde Suarias tomamos una pista que discurre hacia Orgaya entre la Sierra de la Covatina y la del Canto de los Cabezos, en buen estado pero de extraordinarias cuestas que nos dejó a escasos metros del cache, completando el paseo a pie.
Las vistas al Valle que se pueden disfrutar desde aquí son fabulosas, y adicionalmente, dado que la zona estaba nublándose, pudimos disfrutar de unas excepcionales vistas a las cumbres, cubiertas por tupidas brumas, que las dotaban de un aspecto misterioso y sobrecogedor.Hemos disfrutado mucho esta serie de caches asturianos, que nos han propiciado la visita a lugares que de otro modo nunca hubiéramos conocido. Dimos así por finalizadas las actividades de geocaching para esta jornada, y aprovechamos el resto de la tarde para visitar dos localidades muy singulares.
En primer lugar visitamos San Vicente de La Barquera, ciudad que aúna todos los valores y atractivos del Norte de España: un destacado patrimonio monumental, relevante legado histórico, un excepcional entorno natural, una reconocida gastronomía y una profunda tradición popular que se refleja en sus diversas manifestaciones festivas y artísticas.No perdimos la ocasión de visitar el centro histórico, dentro de un singular recinto amurallado que lo custodia sobre una alargada loma, flanqueada al Oeste por la Iglesia de Ntra. Sra. de Los Ángeles (S.XIII al S.XVI), y al este por el Castillo de San Vicente (S.XIII), evocando la visitas a estos lugares el carácter y esencia medieval de la Ciudad.
Después nos detuvimos en la localidad de Comillas. Hicimos un breve paseo por el centro de la ciudad donde visitamos primero El Capricho, edificio proyectado por Gaudí y levantado en 1883 por encargo de Máximo Díaz de Quijano, concuñado del Marque de Comillas.
Muy cerca de El Capricho se encuentra el Palacio de Sobrellano (1882-1888), espectacular edificación que concentra numerosas tendencias arquitectónicas.
Tras la visita a estos lugares marchamos al centro de la ciudad donde visitamos El Ayuntamiento Antiguo (1775). La obra de cantería la realizó Simón Fernández de Castro. En su fachada principal están expuestos 5 escudos de armas de los 5 arzobispos que hicieron que Comillas tomas el apelativo de la “villa de los Arzobispos”. A su lado, la Iglesia Parroquial de San Cristóbal (S.XVII-XIX), que fue físicamente construido por sus propios habitantes, quienes reservaron, durante los años que duraron las obras, un día a la semana para trabajar en el proyecto después de un incidente ocurrido con el administrador del Duque de Infantado en la antigua iglesia que se erguía en el acantilado de la playa de los Muertos (actual cementerio) .También su coste fue compartido por todo el pueblo.
Y fue precisamente el cementerio el último de los lugares que visitamos en Comillas, obra que se realizó integrando la las ruinas de la antigua ermita gótica en su estructura y proyectando una nueva cerca plagada de elementos pintorescos (pináculos, cruces patadas, arco de acceso). Una visita realmente inquietante pero provechosa y de notable interés. Nos dejamos pendiente la visita a la Universidad Pontificia de Comillas, dado que se estaba haciendo muy tarde, a pesar de que este lugar es otro de los "must" de esta localidad.
La jornada del lunes se levantaba nublada y triste, no tanto por las nubes como por tratarse de jornada de regreso a Madrid. Guardamos la mañana para visitar por el día la localidad de Santillana del Mar y disfrutar de una vista más diurna de la misma. Se trata de una bellísima ciudad, en cuyo centro histórico destaca la Colegiata de Santillana del Mar, del S.XII y estilo Románico.
Existen también numerosos museos, como el Museo Diocesano o el Museo Jesús Otero, y es fácil encontrar por las calles más céntricas numerosas casas señoriales. La villa se abre camino hacia el norte a través de una única vía, la calle de Santo Domingo, que pronto se bifurca en forma de “Y”: en la de Juan Infante, que conduce a la plaza de Ramón Pelayo; y la que tomando diversos nombres (Carrera, Cantón y del Río) se dirige hasta la Colegiata. En la plaza de, de traza triangular, se ubican algunos de los edificios más representativos: la casona de los Barreda-Bracho del siglo XVIII con escudo y pretenciosa leyenda (hoy parador de Gil Blas); las casas Del Águila y La Parra; el Ayuntamiento; la Torre de Don Borja, levantada a finales del siglo XIV y que es una de las edificaciones más nobles de Santillana, perteneciendo al poderoso linaje de los Barreda, la cual da cobijo a la Fundación Santillana; y por último, la Torre del Merino del siglo XIV, que es el edificio más antiguo, residencia fortificada de los merinos o administradores de los intereses soberanos. La calle del Cantón, por su parte, presenta un maravilloso conjunto de casonas de los siglos XV al XVII entre las que destacan: la casa gótica (s. XV) de Leonor de la Vega, madre del primer marqués de Santillana, y la de los Villa (conocida por “la de los hombrones”, por sostener el enorme blasón de la fachada dos caballeros con bigote. Terminamos la visita a Santillana y nuestra estancia en Cantabria adquiriendo algunas quesadas y otros productos típicos para deleite de familiares y amigos.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

si te digo compañero que a las antenas de ibio subo amenudo con un golf sport... y creeme, ni ruedas de tacos...