En su entorno se encuentran los restos del antiguo convento de la Orden de San Juan de Jerusalén, construido en los siglos XIV y XV, la antigua Fábrica de la Luz, con su imponente chimenea, la más alta de Castilla y León, catalogada como monumento histórico artístico.
Continuamos nuestro paseo subiendo la pronunciada cuesta que forma la bonita y pintoresca calle de Balborraz, hasta llegar a la Plaza Mayor, auténtico centro neurálgico de la ciudad. Destaca de la Plaza Mayor de Zamora, la Iglesia de San Juan Bautista o de Puerta Nueva (s. XII-XII y s. XVI-XVIII), de cuya fachada principal destaca un magnífico rosetón a eje cubierto de alabastro, por encima de la entrada principal, con tradicional conjunto de tres arquivoltas concéntricas, muy característico del Románico Zamorano. Destaca también de este monumento la cercana presencia de las estatuas que representan dos nazarenos encapuchados en actitud procesional, típica de Semana Santa, conjunto que se ha convertido en uno de los iconos más característicos de la ciudad. Tuvimos también ocasión de visitar el exquisitamente decorado interior de la iglesia, muy brevemente eso sí, para no interrumpir los oficios que un nutrido grupo de devotos estaba celebrando en ese momento.
Continuamos el breve paseo de reconocimiento y toma de contacto con la ciudad dirigiéndonos ahora a la Plaza de Santa María la Nueva, donde podemos encontrar el interesante museo de la Semana Santa, y la Iglesia de Santa María la Nueva (s. XII). Ya casi cayéndonos encima la noche, completamos un pequeño recorrido circular regresando hacia la Plaza Mayor, pasando ahora por la Plaza de Viriato.
Aquí se encuentra el Parador de Zamora, que tuvimos ocasión de visitar en su interior. Se trata de un auténtico palacete renacentista del s. XV que nos muestra de manera clara y meridiana todos los elementos arquitectónicos propios de este movimiento; un gran patio central decorado con numerosos medallones con retratos de los ilustres personajes de la época, con un pocito, rodeado de galerías, y unas amplias escaleras que desde el patio dan acceso a las estancias.Habiendo finalizado esta toma de contacto con el casco histórico de la ciudad, nos dispusimos a poner en práctica y dar forma a otro de los objetivos que hasta estas tierras nos había traído: homenajearnos contundentemente con las más exquisitas viandas y mejores caldos que esta tierra pudiera poner a nuestra disposición.
Comenzamos tomando unas tapas en los locales de la Calle de los Herreros, una de las zonas más acreditas para estos fines. Empezamos por el bar "Los Abuelos", donde lo más provechoso que sacamos fue una recomendación para ir a cenar un poco más tarde al restaurante "La Rúa". Continuamos con el bar "El Chorizo", lugar extraordinariamente acogedor por su confortable hogar, que nos hace olvidar por un momento los rigores del invierno, y que también se aprovecha para asar con paciencia los exquisitos chorizos que se sirven a modo de "tapa estrella" del establecimiento. Nos llamó la atención de este lugar la posibilidad de degustar un suculento caldo que algunos habituales aderezaban con un chorrito de Jerez. Y finalizamos la ronda de tapas con una visita a "La Sal", donde tuvimos la oportunidad de degustar un exquisito vino joven de Toro, llamado "Corral de Campanas", acompañado por una aún más deliciosa y elaborada tapa de queso de oveja y nuez. Hay que comentar, para ajustar las expectativas del lector a la realidad, que si bien hay un dicho popular que dice "Zamora no se tomó en una hora", bien podríamos también decir que "En Zamora, la tapa, se paga", sin perjuicio de la calidad de las mismas.
Acabado el tapeo por esta zona de la localidad, nos dirigimos a cenar al mencionado Restaurante "La Rúa", donde dimos buena cuenta de uno de los fundamentos gastronómicos de Zamora, el Chuletón de Aliste, generosamente regado con caldos de la región (Toro). No se nos pasó por alto la habilidad de este hostelero para preparar interesantes arroces servidos a la cazuela en barro y hechos al horno de leña: Arroz a la Zamorana y Arroz con Bogavante. Tomamos buena nota de ello para no renunciar a la posibilidad de degustarlos en otro momento de nuestra estancia. Con esto y con un Gin Tonic en la cafetería del Hotel, terminamos nuestro primer día en la ciudad de Zamora.
El Sábado por la mañana teníamos previsto efectuar la visita guiada a la ciudad organizada por el ayuntamiento, y que daba comienzo a las 11:00h; así pues, tras un rápido desayuno en el hotel, marchamos hacia La Plaza de Viriato, punto de partida de la excursión urbana dirigida.
La Plaza de Viriato es un bello emplazamiento en el centro de la ciudad, delimitado a un lado por el Parador de Turismo, que no es otro que el antiguo Palacio Renacentista de los Condes de Alba y de Aliste (siglo XVI), y al otro lado de la plaza, El Hospital de la Encarnación, un edificio del siglo XVII, actual sede de la Diputación Provincial.
Preside la plaza un colosal monumento en honor a Viriato, el célebre héroe tribal celtíbero que puso en jaque a los ejércitos romanos tras ganarles nada menos que ocho batallas consulares, el mismo número que tiras rojas en su memoria y honor componen la bandera de Zamora (a la que además se le añadió una tira verde, que los Reyes Católicos otorgaron a la "Enseña Bermeja" en agradecimiento a la lealtad de la ciudad).
La estatua de Viriato es del escultor Eduardo Barrón (s.XIX) y representa a Viriato en pie sobre una enorme piedra, a cuyos pies reza el título "Terror Romanorum". La enorme piedra de granito fue extraída del pueblo zamorano de Torrefrades, y en su base se encuentra la figura de un ariete con forma de cabeza de carnero.
Cabe destacar que estos edificios representativos visibles desde la Plaza de Viriato fueron construidos a base de piedra autóctona Zamorana, caracterizada por sus bonitos tonos ocres y rosados debido a la alta composición de hierro.
Gran parte del espacio diáfano de la plaza esta cubierta por árboles cuyas ramas han sido entrelazadas e injertadas formando una tupida pero bonita cobertura.
Plaza de Viriato, Zamora
Recibidas estas interesantes explicaciones por parte de la guía de la visita, Begoña, continuamos caminando por la do la Rúa de los Francos, hasta llegar a una de las joyas Románicas Zamoranas por excelencia: La Iglesia de la Magdalena (s.XII y XIII), con la fachada más ornamentada del
Románico Zamorano, de la que destacan las trabajadas y exquisitas arquivoltas, representando con iconos adecuados las virtudes y el paraíso, en contraposición a los capiteles sobre los que reposan, que representan el mal, en forma de gárgolas, arpías, y otras criaturas del averno.
Finalizada la visita a esta iglesia y continuando por la misma calle, llegaremos hasta la iglesia de San Ildefonso, donde se conservan los sepulcros de San Ildefonso y San Atilano. Ambos sepulcros se encuentran elevados sobre el altar mayor del templo, detrás de una reja cerrada con un candado de cuatro llaves. Cada una de las llaves necesarias para la apertura del candado es custodiada por distintas entidades: el Obispado, el Cabildo Catedral, el Ayuntamiento de Zamora y la Cofradía de Caballeros Cubicularios, órden religiosa creada en el s.XIII con el fin de proteger y conservar las reliquias de los Santos en este emplazamiento, cuya custodia ha estado siempre disputada por la ciudad de Toledo, muy devota de S. Ildefonso. Aún hoy en día se siguen nombrando caballeros Cubicularios, si bien las exigencias para entrar a formar parte de la orden, que originariamente eran proceder de familia cristiana vieja hasta 5ª generación, hoy en día se han adecuado a los tiempos, y como mayor restricción se exige estar en posesión de un título universitario.
Continuamos la visita por la ciudad cruzando un bonito arco que da acceso a la plaza de Fray Diego de Deza, y más adelante nos detuvimos en uno de los mejores miradores de la ciudad, el mirador del Troncoso, que nos presenta una excepcional panorámica sobre el río Duero y el celebérrimo puente de piedra.
Saliendo del mirador y tomando una exigua calle llegamos la Catedral (s.XII), probablemente el templo románico más importante de la ciudad.
Catedral de Zamora
Destaca su impresionante cúpula oriental, también llamado cimborrio bizantino, al que dan forma sus 16 nervios entrecruzados y las 16 ventanas que lo perforan, símbolo numérico de la perfección absoluta en la época. Como dato curioso, en el trayecto que hemos traído desde la Plaza Mayor a la Catedral se pueden apreciar en las fachadas y torres más de 40 nidos de cigüeña.
Mereció mucho la pena visitar el museo de la Catedral, donde se guarda una exquisita colección de enormes e impresionantes tapices flamencos del s. XV-XVI, de motivos épicos o mitológicos, como la marcha de Aníbal, o la Batalla de Troya, de gran riqueza cromática y elaboradísima realización.
Tras la visita al museo bajamos a ver el propio interior de la catedral, del que cabe destacar el gran fresco de S. Cristóbal que el visitante se encuentra frente a la puerta de entrada, así como las muy interesantes capillas, de las cuales destaca la de Sta Inés, en la que el excelente retablo de Berruguete del Santo Cristo acoge el Sagrario en el que se conserva la reliquia llamada de la "Cruz de Carne". Según reza en la Tabla ilustrada que se encuentra en la capilla, la sorprendente reliquia fue entregada por un ángel a Fray Ruperto, monje de la orden de San Benito, que rogó al Altísimo para que acabase con la peste que asolaba Zamora. Dice otra leyenda que un obispo intentó comprobar que la reliquia fuese de realmente de carne o no, y para ello la pinchó con un alfiler, brotando de la cruz en ese mismo momento un gran chorro de sangre que le salpicó en los ojos, dejándole ciego.
Con esto dimos por finalizada la visita a la Catedral de Zamora, saliendo a su exterior para visitar brevemente la cercana "Puerta del Obispo", la única de las portadas románicas que conserva la ciudad. Muy cerca se halla la "Torre del Cid", edificio del cual se dice que vivió el célebre D. Rodrigo Díaz de Vivar, siendo éste el único monumento de carácter civil de arquitectura románica que conserva la ciudad.
La visita guiada concluyó en los jardines del Castillo de Zamora (s. XI), junto a la Iglesia de S. Isidoro del Carmen (s. XII) y la llamada Puerta o Portillo de la Traición, por donde según la tradición pasó Vellido Dolfos tras dar muerte al Rey Sancho II de Castilla durante el "Cerco de Zamora", que en el año 1072 estableció dicho monarca a la ciudad a raíz de las desavenencias con su hermana, Doña Urraca. Del tal Vellido Dolfos dice el romancero zamorano:
Se trata de un impresionante entorno natural, donde el Río Duero, en su recorrido fronterizo entre España y Portugal forma un profundo cañón de sobrecogedoras paredes verticales, configurando un entorno de gran riqueza geológica y biológica. Llegamos pues con bastante tiempo para adquirir las entradas del viaje, que comenzaba a las 12:00h en punto del mediodía, hora española, y relajarnos y disfrutar ante semejante paraje natural.
Así mismo pudimos prestar especial atención a algunos puntos de gran interés que nos brinda la travesía, como la "Poza de las Nutrias"; lugar donde se pueden observar frecuentemente algunos de estos animales, también la "Encina Centenaria"; un curioso y espectacular ejemplar de esta especie que se levanta empotrando su raíces en la roca del acantilado de manera inverosimil, así como algunos nidos de águila imperial, y los muy valiosos nidos de Cigueña Negra, dos de ellos perfectamente visibles durante la ruta, siendo uno de ellos absolutamente espectacular, por su tamaño, y por hallarse completamente suspendido en el vacío desde la pared del acantilado; es tan interesante este último nido que ha llegado a ser fotografiado para un reportaje en National Geographic.
A la altura de este singular nido de Cigüeña Negra, el barco comienza a virar en redondo para regresar al embarcadero y dar por finalizada la excursión. Durante el trayecto de regreso se permite a los pasajeros salir a las terrazas exteriores del barco para disfrutar con más intensidad del paseo.
Llegamos a tierra a las 13:15, y como es costumbre, el amable personal del centro nos invitó a una copita de riquísimo vino de Oporto, amenizándose este final de visita con un breve espectáculo de exhibición de un precioso Búho Real.
Como conclusión, una experiencia esta de la visita a los Arribes del Duero de extraordinario interés, y muy recomendable para todo aquel que se disponga a pasar unos días en el entorno de Zamora.
De regreso a la capital, tomamos como camino de retorno esta vez la carretera CL-527, que aunque tiene mayor distancia kilométrica, su mejor acondicionamiento nos puso en Zamora en escasos 40 minutos, para, a las 14:30h, estar puntualmente presentes en el Restaurante La Rúa para dar buena cuenta de un espectacular y exquisito Arroz con Bogavante, cocido en cuenco de barro, con el que di por concluido este sensacional fin de semana en Zamora.
Por último sólo nos queda agradecer a nuestro compañero Jesus Lorenzo las precisas y provechosas indicaciones y sugerencias que nos ha trasladado para sacarle todo el partido a este viaje.
Para más información:
1 comentario:
Buenas tardes.
No me queda más remedio que apuntar que Viriato era Lusitano, no Celtíbero.
Saludos
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