jueves, 15 de mayo de 2008

Una escapada a la Serranía de Cuenca

La Serranía de Cuenca cautiva para siempre al viajero que descubre sus infinitos rincones de serena y rotunda belleza por primera vez, como me cautivó a mí, hace ya algunos unos años. Desde entonces no puedo evitar volver a estos lugares en cada primavera: La Ciudad Encantada, El Ventano del Diablo, Las Hoces del Júcar, El Embalse de la Toba, la Laguna de Uña, el Nacimiento del Río Cuervo, Los Callejones de Las Majadas, La Reserva del Hosquillo, La Fuente y Estrecho de San Blas, El Estrecho del Infierno, El Cañón del Alto Tajo, La Laguna de Taravilla… son sólo algunos de los centenares de rincones mágicos que nunca te cansas de disfrutar y redescubrir con cada visita. Y lo mejor de todo es que, año tras año, y visita tras visita, nunca dejas de encontrar un nuevo sitio, de abrumador y sorprendente encanto.

Llegué a la ciudad Cuenca pasados unos minutos del medio día de este 15 de Mayo de 2008 con intención de tomar la carretera a Buenache de la Sierra y desde allí la pista que continúa hacia el Embalse de La Toba, donde me debiera estar esperando Fernando (Ratone) y familia para continuar juntos hacia el corazón de la Serranía de Cuenca y disfrutar allí de nuestros rincones favoritos practicando un poco de Geocaching. Al atravesar el Arco de Bezudo me percaté de la cercanía de un nuevo cache urbano, por lo que decidí hacer una parada para visitarlo. Se trata éste de un lugar muy recomendable, tanto por la componente histórica y artística, como por la intimidad que inspira el entorno, en el marco incomparable que nos ofrece la vista de la Hoz del Júcar bajo nuestros pies.

Antes de proseguir la marcha concreté con Fernando donde encontrarnos, y dado que aún le quedaba algo de faena en su tradicional búsqueda de setas de primavera en la zona, vimos que lo más conveniente sería vernos en Uña, donde aprovechamos para comer en el muy recomendable Restaurante “La Laguna”, que ofrece una carta con menú sencillo y casero, y sobre todo un excelente servicio por parte de Pilar e Isabel.

Tras la comida aprovechamos para dar un breve paseo por la piscifactoría cercana a la localidad.

Se trata un lugar extraordinariamente agradable, encajonado en un profundo cañón de altas paredes calizas, muy típicas de la zona, donde se remansan aguas cristalinas para su aprovechamiento en la cría de varias especies de truchas así como otros peces.

Tuvimos ocación de charlar y cambiar impresiones con algunos de los trabajores de la instalación, brindándonos un rato de conversación agradables mientras nos explicaban el funcionamiento básico de las instalaciones y nos enseñaban algunos ejemplares.

También acabamos la faena de recolección de setas, donde tuve la oportunidad de aprender a distinguir y buscar una curiosa especie, similar a las colmenillas, que requiere de su deshidratación antes de poder ser cocinada.
Habiendo pasado así una agradable sobremesa, pusimos rumbo a Tragacete, y desde allí directamente cogimos la pista que conduce al Albergue de San Blas, lugar donde gracias a las actividades educativas llevadas a cabo recientemente por el Museo de Las Ciencias de Castilla La Mancha en la zona, pudimos disfrutar buscando la nueva serie “Expericiencia”, compuesta por cinco caches.
Aparcamos en la zona del estrecho de San Blas en torno a las 17:00h. Este lugar es uno de esos rincones inolvidables por su conmovedora serenidad y su belleza natural. Desde que conocí este lugar hace ya varios años, en buena parte gracias a estas brillantes iniciativas de práctica de geocaching que el Museo de Las Ciencias de Castilla La Mancha ha venido desarrollando en la zona periódicamente, no he podido resistir la tentación de regresar año tras año a pasar al menos un fin de semana en este singular paraje, puerta de acceso a los rincones más hermosos de la Serranía de Cuenca.
Encontramos tres de los caches tras un corto paseo por las inmediaciones del Estrecho de San Blas, acompañando el cauce de un todavía muy incipiente Río Júcar, en medio de un silencio sobrecogedor que sólo se rompía por el canto de las aves y el característico sonido de la corriente de agua.

Siempre me ha resultado tremendamente fascinante de este lugar la llamada Fuente de San Blas; es realmente impresionante observar la capillita de Blas, labrada en la colosal roca, a cuyos pies surge a borbotones un impresionante chorro de agua clara, cristalina y fresquísima, que nunca pierdo oportunidad de beber así como rellenar mis cantimploras cada vez que vengo a este lugar. Este si que es un milagro, en toda regla.
Ya de regreso hacia Tragacete aparcamos a un lado de la misma carretera, a pocos metros de otro cache, que localizamos rápidamente, para después y desde aquí, dirigirnos al último de la serie, al que accedimos tras una breve pero intensa trepada desde la carretera, paseando durante algún tramo al lado de un bonito arroyo. Las vistas desde este lugar, por estar en la cima de un montículo bien posicionado en el paraje, son vistas absolutamente espectaculares hacia todas las direcciones, destacando especialmente la panorámica hacia la zona del Albergue y el Estrecho de San Blas, que lucía una estampa especialmente bonita y bucólica a la pálida luz del atardecer. No me cansaré de derrochar elogios para este lugar.

Finalizando así la tarde nos dirigimos a La Hospedería Real del Júcar, en Tragacete, donde ya casi tradicionalmente hacemos noche. Nos acomodamos en las habitaciones y salimos a dar una vuelta por el pueblo, regresando a cenar finalmente a la hospedería. Hay nuevo personal en el establecimiento desde hace unos meses, pero comprobamos con satisfacción que sigue siendo un lugar extraordinariamente acogedor con un trato muy familiar, y con una gastronomía sencilla y tradicional de la que nos beneficiamos a base de unas migas, morteruelo y mojete muy brillantemente elaboradas por el nuevo cocinero, Antonio, con el cual tuvimos ocasión además de compartir agradable conversación y velada nocturna antes de retirarnos a descansar.

A la mañana siguiente y tras desayunar, salimos de Tragacete pasadas las 10:30h de la mañana con rumbo al Nacimiento del Río Cuervo, para tomar la pista que sale hacia Las Majadas antes de llegar a El Perchel. Seguimos dicha pista adentrándonos por impresionante parajes de frondoso bosque entre los cortados calizos característicos de la Serranía de Cuenca, hasta llegar a las inmediaciones del Aula de la Naturaleza del Área Recreativa de Tejadillos, lugar en el cual rectificamos nuestro rumbo para tomar el tramo de pista que nos aproximaría a Poyatos y Fuertescusa, recorriendo el espectacular paraje de Las Hoces del Río Escabas.
Este tramo de pista asfaltada se ciñe con bastante adherencia al curso del Río Escabas, circulando por el fondo del escarpado y espectacular cañón que aquí forma dicho río, y que brinda unos paisajes de singular e inigualable belleza.
Llegados a Fuertescusa, pusimos rumbo a Cañamares primero, y desde allí a Priego, puerta de la llamada Ruta del Mimbre, para visitar el Convento de San Miguel de Las Victorias.

Cabe destacar la aproximación desde Cañamares, que obliga a atravesar la impresionante Hoz de Priego, brindando un paisaje que imprime un carácter sencillamente espectacular a la conducción durante esta travesía, y alzándose altivamente por encima de las pareces de la hoz, podremos adivinar en la lejanía la conmovedora silueta del Convento de San Miguel de Las Victorias presidiendo toda la estampa.

Tras visitar el Convento de San Miguel de Las Victorias en Priego, continuamos nuestro viaje de regreso a Madrid buscando la N-320, parando esta vez en las inmediaciones de un bonito lugar a orillas del Río Trabaque. Da gusto ver lo agradecido que es el campo en años de bonanza pluviométrica, el verdor inundaba toda esta Vega y los campos de cebada anejos alcanzan ya una sobresaliente altura en esta zona. Había ubicado a pocos metros un cache, cuya aproximación requería de una pequeña trepada por una sierreceja, una vez cruzado el río por una esclusa de regulación de cauce que aprovechamos a modo de puente. Recuerdo lo alto del pequeño montículo alfombrado de tupidas matas de tomillo en flor y alguna otra planta aromática que ayudaba a dinamizar la actividad de los cinco sentidos. Un lugar realmente agradable.

Tras disfrutar del bonito entorno a orillas del Río Trabaque, nos detuvimos ahora en las inmediaciones del Cerro de los Gaviluchos, en las inmediaciones de San Pedro Palmiches, en cuya cumbre podíamos encontrar otro cache.

El exceso de confianza en el puntero del GPS nos llevó a atacar la subida por el lado más complicado, que nos obligó a hacer algún malabarismo por las zonas más escarpadas para poder coronar el cerro. Una vez arriba encontramos el cache sin mayores complicaciones, y atisbamos de mejor forma el camino de bajada más adecuado. Se domina una bonita vista desde esta cumbre sobre el paisaje característico de esta zona: pequeños montículos poblados de encinas, pinos y otras especies, salpicados entre los terrenos de cultivo, de cereal o en barbecho.

Prosiguiendo nuestro viaje de regreso a Madrid por la carretera N-320, hicimos otra breve parada en las inmediaciones de la Ermita de la Embía, o Enviá, como puede leerse en algunos mapas, cerca de Canalejas del Arroyo y Castejón, para buscar de nuevo un cache escondido a orillas del río Mierdanchel, después del cual íbamos necesitando ya reponer fuerzas.

Tras almorzar a base de un exquisito picadillo de Matanza en Sacedón, retrocedimos unos kilómetros para visitar el Monasterio Cisterciense de Monsalud. Se trata de un emplazamiento que si bien no es extraordinariamente conocido en la actualidad, si que tuvo una relevante importancia durante la Edad Media. Fundado en el s.XII, fue considerado en tiempos como uno de los más importantes monasterios de Castilla, como así lo reafirma una visita pausada en la que nos detengamos a observar los detalles, las magnitudes y calidades arquitectónicas del conjunto.

Tras la visita al Monasterio de Monsalud nos dirigimos al Embalse de Entrepeñas para visitar el cache ubicado a los pies de su presa. Dimos con el camino adecuado, que nos condujo hacia la misma base del muro por el fondo del profundo valle que forma el cauce del río, siguiendo una pista que discurría entre una frondosísima vegetación que incluso limitaba en cierto modo la entrada de luz del día, dando un aire bastante inquietante a la travesía.

Finalizada la búsqueda, abandonamos la carretera N-320 para dirigirnos a la localidad de Zorita de Los Canes y visitar el cache emplazado en su monumental castillo. El tramo de carretera entre Sacedón y Zorita, pasando por Anguix y Sayatón nos dejó grabados en la retina unos parajes adehesados absolutamente soberbios, de belleza sobrecogedora, ensalzados por el especial verdor que lucen este año los campos, que nos dejan estampas donde se hace patente un contundente vigor natural, y que sólo se rompen en el momento que hace su aparición la central nuclear. Llegamos sin grandes dificultades al castillo y localizamos rápidamente el cache.

No obstante dedicamos un rato a visitar esta espectacular edificación, enclave Calatravo desde el s.XII de la que se puede destacar el buen estado de conservación de los pozos, aljibes y otras galerías subterráneas, así como determinadas edificaciones internas, de las que cabe destacar la iglesia, dentro de la cual llaman poderosamente la atención las escalinatas que se adentran en una cripta bajo el altar mayor, los restos de sepulcros en uno de sus muros externos, probablemente de Maestres de la Orden, o alguna inquietante cara adornando el centro de la bóveda de una edificación bien conservada (Sala del Moro), que pudo ser un antiguo calabozo (Para más información: http://www.aache.com/Castillos/guadalajara_zorita.htm). Esta visita ha supuesto el broche de oro para cerrar el excepcional fin de semana.

No hay comentarios: