viernes, 15 de febrero de 2008

Zamora, la bien cercada.

Zamora esconde tras su humildad 24 Iglesias Románicas levantadas entre el s.XI y el s.XIII que constituyen uno de los más importantes legados históricos y culturales de nuestro país. La belleza serena, distante, sobria y en parte desconocida de esta ciudad, así como de los rincones de la provincia, junto a su contundente gastronomía y tradición enológica, configuran un fin de semana inolvidable para el viajero que sepa aprovechar en su mejor medida las virtudes que nos brinda esta tierra de Castilla.


Estatuas en la Plaza Mayor de Zamora

Llegué a Zamora disfrutando de la grata compañía de Iván y Natalia en torno a las 17:30h del Viernes, 15 de Febrero de 2008. Tras un breve registro y ocupación de las correspondientes habitaciones en el coqueto hotel Dos Infantas, bajamos inmediatamente a buscar un lugar adecuado para estacionar el vehículo, concretamente el nuevo y flamante Opel Vectra de Iván, que supuso su estreno en viaje largo en esta precisa ocasión. Tras dar un par de vueltas por la ciudad, pronto entendimos su fisonomía, sencilla y recogida, hasta llegar a las inmediaciones del Centro de Salud de Puerta Nueva, donde pudimos encontrar estacionamiento sin problemas, al resguardo de uno de los monumentales muros que configuran el ancestral recinto amurallado de la ciudad.

Desde esta zona, a orillas del Duero, ya se adivina un bonito paisaje con interesantes vistas sobre el río y su amplia vega, dominando la perspectiva los dos puentes, el metálico, y el histórico puente de piedra, que mantienen la comunicación y tránsito entre ambas partes de la ciudad. Dimos un primer breve paseo por la ribera del Duero, para acto seguido dirigirnos hacia el centro de la ciudad. En nuestro camino nos topamos con la primera de las bonitas iglesias románicas de la ciudad, concretamente la de Santa María de la Horta (s. XII-XV), que destaca por el impresionante y colosal campanario, completamente poblado de nidos de cigüeña y sus correspondientes inquilinos.


Iglesia de Sta María de Horta

En su entorno se encuentran los restos del antiguo convento de la Orden de San Juan de Jerusalén, construido en los siglos XIV y XV, la antigua Fábrica de la Luz, con su imponente chimenea, la más alta de Castilla y León, catalogada como monumento histórico artístico.

Continuamos nuestro paseo subiendo la pronunciada cuesta que forma la bonita y pintoresca calle de Balborraz, hasta llegar a la Plaza Mayor, auténtico centro neurálgico de la ciudad. Destaca de la Plaza Mayor de Zamora, la Iglesia de San Juan Bautista o de Puerta Nueva (s. XII-XII y s. XVI-XVIII), de cuya fachada principal destaca un magnífico rosetón a eje cubierto de alabastro, por encima de la entrada principal, con tradicional conjunto de tres arquivoltas concéntricas, muy característico del Románico Zamorano. Destaca también de este monumento la cercana presencia de las estatuas que representan dos nazarenos encapuchados en actitud procesional, típica de Semana Santa, conjunto que se ha convertido en uno de los iconos más característicos de la ciudad. Tuvimos también ocasión de visitar el exquisitamente decorado interior de la iglesia, muy brevemente eso sí, para no interrumpir los oficios que un nutrido grupo de devotos estaba celebrando en ese momento.

Continuamos el breve paseo de reconocimiento y toma de contacto con la ciudad dirigiéndonos ahora a la Plaza de Santa María la Nueva, donde podemos encontrar el interesante museo de la Semana Santa, y la Iglesia de Santa María la Nueva (s. XII). Ya casi cayéndonos encima la noche, completamos un pequeño recorrido circular regresando hacia la Plaza Mayor, pasando ahora por la Plaza de Viriato.

Aquí se encuentra el Parador de Zamora, que tuvimos ocasión de visitar en su interior. Se trata de un auténtico palacete renacentista del s. XV que nos muestra de manera clara y meridiana todos los elementos arquitectónicos propios de este movimiento; un gran patio central decorado con numerosos medallones con retratos de los ilustres personajes de la época, con un pocito, rodeado de galerías, y unas amplias escaleras que desde el patio dan acceso a las estancias.

Habiendo finalizado esta toma de contacto con el casco histórico de la ciudad, nos dispusimos a poner en práctica y dar forma a otro de los objetivos que hasta estas tierras nos había traído: homenajearnos contundentemente con las más exquisitas viandas y mejores caldos que esta tierra pudiera poner a nuestra disposición.

Comenzamos tomando unas tapas en los locales de la Calle de los Herreros, una de las zonas más acreditas para estos fines. Empezamos por el bar "Los Abuelos", donde lo más provechoso que sacamos fue una recomendación para ir a cenar un poco más tarde al restaurante "La Rúa". Continuamos con el bar "El Chorizo", lugar extraordinariamente acogedor por su confortable hogar, que nos hace olvidar por un momento los rigores del invierno, y que también se aprovecha para asar con paciencia los exquisitos chorizos que se sirven a modo de "tapa estrella" del establecimiento. Nos llamó la atención de este lugar la posibilidad de degustar un suculento caldo que algunos habituales aderezaban con un chorrito de Jerez. Y finalizamos la ronda de tapas con una visita a "La Sal", donde tuvimos la oportunidad de degustar un exquisito vino joven de Toro, llamado "Corral de Campanas", acompañado por una aún más deliciosa y elaborada tapa de queso de oveja y nuez. Hay que comentar, para ajustar las expectativas del lector a la realidad, que si bien hay un dicho popular que dice "Zamora no se tomó en una hora", bien podríamos también decir que "En Zamora, la tapa, se paga", sin perjuicio de la calidad de las mismas.

Acabado el tapeo por esta zona de la localidad, nos dirigimos a cenar al mencionado Restaurante "La Rúa", donde dimos buena cuenta de uno de los fundamentos gastronómicos de Zamora, el Chuletón de Aliste, generosamente regado con caldos de la región (Toro). No se nos pasó por alto la habilidad de este hostelero para preparar interesantes arroces servidos a la cazuela en barro y hechos al horno de leña: Arroz a la Zamorana y Arroz con Bogavante. Tomamos buena nota de ello para no renunciar a la posibilidad de degustarlos en otro momento de nuestra estancia. Con esto y con un Gin Tonic en la cafetería del Hotel, terminamos nuestro primer día en la ciudad de Zamora.

El Sábado por la mañana teníamos previsto efectuar la visita guiada a la ciudad organizada por el ayuntamiento, y que daba comienzo a las 11:00h; así pues, tras un rápido desayuno en el hotel, marchamos hacia La Plaza de Viriato, punto de partida de la excursión urbana dirigida.

Plaza de Viriato, monumento al héroe tribal

La Plaza de Viriato es un bello emplazamiento en el centro de la ciudad, delimitado a un lado por el Parador de Turismo, que no es otro que el antiguo Palacio Renacentista de los Condes de Alba y de Aliste (siglo XVI), y al otro lado de la plaza, El Hospital de la Encarnación, un edificio del siglo XVII, actual sede de la Diputación Provincial.

Preside la plaza un colosal monumento en honor a Viriato, el célebre héroe tribal celtíbero que puso en jaque a los ejércitos romanos tras ganarles nada menos que ocho batallas consulares, el mismo número que tiras rojas en su memoria y honor componen la bandera de Zamora (a la que además se le añadió una tira verde, que los Reyes Católicos otorgaron a la "Enseña Bermeja" en agradecimiento a la lealtad de la ciudad).

La estatua de Viriato es del escultor Eduardo Barrón (s.XIX) y representa a Viriato en pie sobre una enorme piedra, a cuyos pies reza el título "Terror Romanorum". La enorme piedra de granito fue extraída del pueblo zamorano de Torrefrades, y en su base se encuentra la figura de un ariete con forma de cabeza de carnero.

Cabe destacar que estos edificios representativos visibles desde la Plaza de Viriato fueron construidos a base de piedra autóctona Zamorana, caracterizada por sus bonitos tonos ocres y rosados debido a la alta composición de hierro.

Gran parte del espacio diáfano de la plaza esta cubierta por árboles cuyas ramas han sido entrelazadas e injertadas formando una tupida pero bonita cobertura.

Plaza de Viriato, Zamora


Recibidas estas interesantes explicaciones por parte de la guía de la visita, Begoña, continuamos caminando por la do la Rúa de los Francos, hasta llegar a una de las joyas Románicas Zamoranas por excelencia: La Iglesia de la Magdalena (s.XII y XIII), con la fachada más ornamentada del
Románico Zamorano, de la que destacan las trabajadas y exquisitas arquivoltas, representando con iconos adecuados las virtudes y el paraíso, en contraposición a los capiteles sobre los que reposan, que representan el mal, en forma de gárgolas, arpías, y otras criaturas del averno.

Destaca de esta iglesia su inquietante interior, donde se haya un bello sepulcro en el que descansa una dama, cuya identidad es aún hoy completamente desconocida. Este sepulcro jamás ha sido abierto, salvo parte de la cornisa superior que resguarda la tumba con objeto de ser restaurada, descubriéndose en aquel momento que estas elaboradas cornisas superiores eran realmente osarios.

Finalizada la visita a esta iglesia y continuando por la misma calle, llegaremos hasta la iglesia de San Ildefonso, donde se conservan los sepulcros de San Ildefonso y San Atilano. Ambos sepulcros se encuentran elevados sobre el altar mayor del templo, detrás de una reja cerrada con un candado de cuatro llaves. Cada una de las llaves necesarias para la apertura del candado es custodiada por distintas entidades: el Obispado, el Cabildo Catedral, el Ayuntamiento de Zamora y la Cofradía de Caballeros Cubicularios, órden religiosa creada en el s.XIII con el fin de proteger y conservar las reliquias de los Santos en este emplazamiento, cuya custodia ha estado siempre disputada por la ciudad de Toledo, muy devota de S. Ildefonso. Aún hoy en día se siguen nombrando caballeros Cubicularios, si bien las exigencias para entrar a formar parte de la orden, que originariamente eran proceder de familia cristiana vieja hasta 5ª generación, hoy en día se han adecuado a los tiempos, y como mayor restricción se exige estar en posesión de un título universitario.

Continuamos la visita por la ciudad cruzando un bonito arco que da acceso a la plaza de Fray Diego de Deza, y más adelante nos detuvimos en uno de los mejores miradores de la ciudad, el mirador del Troncoso, que nos presenta una excepcional panorámica sobre el río Duero y el celebérrimo puente de piedra.

Saliendo del mirador y tomando una exigua calle llegamos la Catedral (s.XII), probablemente el templo románico más importante de la ciudad.



Catedral de Zamora


Destaca su impresionante cúpula oriental, también llamado cimborrio bizantino, al que dan forma sus 16 nervios entrecruzados y las 16 ventanas que lo perforan, símbolo numérico de la perfección absoluta en la época. Como dato curioso, en el trayecto que hemos traído desde la Plaza Mayor a la Catedral se pueden apreciar en las fachadas y torres más de 40 nidos de cigüeña.

Mereció mucho la pena visitar el museo de la Catedral, donde se guarda una exquisita colección de enormes e impresionantes tapices flamencos del s. XV-XVI, de motivos épicos o mitológicos, como la marcha de Aníbal, o la Batalla de Troya, de gran riqueza cromática y elaboradísima realización.

Tras la visita al museo bajamos a ver el propio interior de la catedral, del que cabe destacar el gran fresco de S. Cristóbal que el visitante se encuentra frente a la puerta de entrada, así como las muy interesantes capillas, de las cuales destaca la de Sta Inés, en la que el excelente retablo de Berruguete del Santo Cristo acoge el Sagrario en el que se conserva la reliquia llamada de la "Cruz de Carne". Según reza en la Tabla ilustrada que se encuentra en la capilla, la sorprendente reliquia fue entregada por un ángel a Fray Ruperto, monje de la orden de San Benito, que rogó al Altísimo para que acabase con la peste que asolaba Zamora. Dice otra leyenda que un obispo intentó comprobar que la reliquia fuese de realmente de carne o no, y para ello la pinchó con un alfiler, brotando de la cruz en ese mismo momento un gran chorro de sangre que le salpicó en los ojos, dejándole ciego.

Con esto dimos por finalizada la visita a la Catedral de Zamora, saliendo a su exterior para visitar brevemente la cercana "Puerta del Obispo", la única de las portadas románicas que conserva la ciudad. Muy cerca se halla la "Torre del Cid", edificio del cual se dice que vivió el célebre D. Rodrigo Díaz de Vivar, siendo éste el único monumento de carácter civil de arquitectura románica que conserva la ciudad.

La visita guiada concluyó en los jardines del Castillo de Zamora (s. XI), junto a la Iglesia de S. Isidoro del Carmen (s. XII) y la llamada Puerta o Portillo de la Traición, por donde según la tradición pasó Vellido Dolfos tras dar muerte al Rey Sancho II de Castilla durante el "Cerco de Zamora", que en el año 1072 estableció dicho monarca a la ciudad a raíz de las desavenencias con su hermana, Doña Urraca. Del tal Vellido Dolfos dice el romancero zamorano:

Vellido Dolfos se llama,
hijo de Dolfos Vellido,
si gran traidor fue su padre,
mayor traidor es el hijo;
cuatro traiciones ha hecho,
y con ésta serán cinco.

Traiciones que finalmente pagó siendo descuartizado por el tiro de cuatro caballos convenientemente amarrados a cada una de sus extremidades. El cerco de Zamora duró en torno a 7 meses y de este acontecimiento histórico provienen los dichos populares: "Zamora, la bien cercada", y "Zamora no se ganó en una hora". Así pues concluimos finalmente la interesantísima visita guiada al patrimonio histórico y cultural más importante de la ciudad, y siendo ya como eran, las 13:30h de la tarde, decidimos empezar a poner en práctica el segundo de los acontecimientos gastronómicos que teníamos preparado.

Tras tomar un breve aperitivo, cogimos un taxi y nos dirigimos hacia la cercana población de "El Perdigón", donde podemos encontrar un numerosísimo grupo de bodegas tradicionales soterradas, muy típicas de esta comarca, que han sido reconvertidas a restaurantes en los últimos años. Se trata de un lugar tranquilo, de belleza austera, donde se puede disfrutar de la gastronomía y caldos Zamoranos a precios muy interesantes, siendo la especialidad en esta zona las carnes a la brasa (costillas, chuletas de ternera, de cordero, etc...).
Elegimos "La Bodega Antigua" para almorzar, lugar muy acogedor, decorado al más puro estilo sobrio y tradicional castellano, con mesas camillas con brasero de ascuas a los pies, a la antigua usanza. Dimos pues buena cuenta de una correcta chuleta de Ternera precedida de una sabrosa sopa castellana, convenientemente regado todo ello por un "Cermeño" joven. Acabada la comida marchamos a descansar unas horas al hotel.


Tras el descanso y casi anocheciendo, llegamos a visitar el último punto de interés que teníamos previsto en Zamora, el llamado Bosque de Valorio, un bonito parque en las estribaciones de la ciudad al cual llegamos prácticamente sin luz del día, y que nos deparó un breve y agradable paseo a orillas del arroyo que serenamente discurre por este frondoso bosque.

Acabamos el sábado y el paseo nocturno por la ciudad tomando alguna tapa, esta vez en la zona denominada de "Zambrana" y "Los Lobos", zona que recibe su nombre del "Bar Lobo", célebre por los pinchitos morunos que sirven como aperitivo. También visitamos el muy típico "Bambú", conocido por su especialidad en patatas bravas y los "tiberios", mejillones con salsa de tomate picante; y "Los Abuelos" (es otro bar distinto al de la zona de Herreros), ofreciendo mayor variedad de tapas este último.

El Domingo por la mañana, después de tomar un café con churritos en la cafetería-churrería "Malu", cercana al mercado de abastos, pusimos rumbo a la localidad portuguesa de Miranda do Douro, para disfrutar de otro de los platos fuertes turísticos que nos ha deparado este viaje; la visita al Parque Natural de Arribes del Duero. Hicimos el camino de ida desde Zamora por la N-122 hasta la localidad de Ricobayo, tomando aquí el desvío hacia Villalcampo, que nos dejará en Portugal tras unos 30km por una tortuosa carretera, pero acompañados de excelentes paisajes y vistas, tardando en total en cubrir el viaje de ida algo menos de una hora, habiendo perdido bastante tiempo dentro de Zamora hasta encontrar la salida buena.

Llegamos a eso de las 11:40h a Miranda do Douro, y más concretamente al aparcamiento del Centro Ambiental Luso-Español, ubicado nada más cruzar la presa que sirve de frontera entre ambos países. En el lado portugués se sitúa el embarcadero desde el cual parte el Crucero Ambiental por el corazón del Parque Natural de Arribes del Duero.

Se trata de un impresionante entorno natural, donde el Río Duero, en su recorrido fronterizo entre España y Portugal forma un profundo cañón de sobrecogedoras paredes verticales, configurando un entorno de gran riqueza geológica y biológica. Llegamos pues con bastante tiempo para adquirir las entradas del viaje, que comenzaba a las 12:00h en punto del mediodía, hora española, y relajarnos y disfrutar ante semejante paraje natural.

Justo enfrente del embarcadero, en el lado español, pudimos apreciar unas escalinatas que subían desde el río hasta un camino que acompañaba al curso del río durante unos metros para acabar perdiéndose en el interior de España. En las escalinatas ondeaba la bandera española, y existe una campana, aunque en la distancia no podía apreciarse convenientemente. Según nos comentó posteriormente el guía, esta era la zona natural de vadeo del río, aunque actualmente tiene una cauce mucho más crecido debido a la presencia de la presa. Se dice que esta ya era zona de paso desde época romana, y que el camino que divisábamos en el lado español no era otro que el trazado de una ancestral calzada. Todavía hoy se conserva hoy en día la tradición, de que el caminante, al llegar desde España por este camino a la orilla del río, hace sonar la campana, y desde el lado portugués sale una embarcación para traer al viajero hasta territorio portugués. Adicionalmente, se le invita a una copa de vino de Oporto antes de continuar la marcha.

Y así, a las 12:00h, partíamos en el barco del Crucero Ambiental, siguiendo el curso del Duero, flanqueados por acantilados de más de 200 metros de altura, un viaje sencillamente inolvidable. Durante el recorrido el simpático guía portugués no pierde ninguna oportunidad para explicarnos los detalles de la flora y fauna del parque, así como alertarnos de la presencia de algún ave de especial interés que sobrevolara la embarcación, como los buitres leonados y el milano real.

Así mismo pudimos prestar especial atención a algunos puntos de gran interés que nos brinda la travesía, como la "Poza de las Nutrias"; lugar donde se pueden observar frecuentemente algunos de estos animales, también la "Encina Centenaria"; un curioso y espectacular ejemplar de esta especie que se levanta empotrando su raíces en la roca del acantilado de manera inverosimil, así como algunos nidos de águila imperial, y los muy valiosos nidos de Cigueña Negra, dos de ellos perfectamente visibles durante la ruta, siendo uno de ellos absolutamente espectacular, por su tamaño, y por hallarse completamente suspendido en el vacío desde la pared del acantilado; es tan interesante este último nido que ha llegado a ser fotografiado para un reportaje en National Geographic.

A la altura de este singular nido de Cigüeña Negra, el barco comienza a virar en redondo para regresar al embarcadero y dar por finalizada la excursión. Durante el trayecto de regreso se permite a los pasajeros salir a las terrazas exteriores del barco para disfrutar con más intensidad del paseo.

Llegamos a tierra a las 13:15, y como es costumbre, el amable personal del centro nos invitó a una copita de riquísimo vino de Oporto, amenizándose este final de visita con un breve espectáculo de exhibición de un precioso Búho Real.

Como conclusión, una experiencia esta de la visita a los Arribes del Duero de extraordinario interés, y muy recomendable para todo aquel que se disponga a pasar unos días en el entorno de Zamora.


De regreso a la capital, tomamos como camino de retorno esta vez la carretera CL-527, que aunque tiene mayor distancia kilométrica, su mejor acondicionamiento nos puso en Zamora en escasos 40 minutos, para, a las 14:30h, estar puntualmente presentes en el Restaurante La Rúa para dar buena cuenta de un espectacular y exquisito Arroz con Bogavante, cocido en cuenco de barro, con el que di por concluido este sensacional fin de semana en Zamora.

Por último sólo nos queda agradecer a nuestro compañero Jesus Lorenzo las precisas y provechosas indicaciones y sugerencias que nos ha trasladado para sacarle todo el partido a este viaje.

Para más información:

http://www.inzatur.com/recorrido_historico.htm

http://www.europarques.es/

http://www.foroware.com/noticia.asp?id=558

1 comentario:

Caboblanco dijo...

Buenas tardes.

No me queda más remedio que apuntar que Viriato era Lusitano, no Celtíbero.

Saludos